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los siete agujeros de mi cabeza

Miguel

Llegué a casa y me dormí en el sofá. Me desperté y empezamos a hablar. Primero en la cocina, por el pasillo y se fue al baño. Dejó la puerta abierta y yo le seguí. Hablábamos. Empezó a afeitarse y yo le pregunté si podía quedarme a ver cómo lo hacía. Me dijo que sí. De fondo sonaba el burro de Rammstain. Cuando era pequeña y no iba al colegio me despertaba a la misma hora que mi padre, me metía en el baño con él y me sentaba en el váter a ver cómo se afeitaba, a veces él me ponía un poco de espuma en la nariz. Debió durar unos 20 minutos. Me contó cosas de su familia, hablamos de sexo anal, del colombiano que vive con nosotros, se extrañó de mi edad. Me explicó para qué sirven todos los frasquitos de perfumería que tiene en la estantería y cómo se maquilla para trabajar “de cara al público”. Me lavé los dientes en el otro baño, porque me da vergüenza hacerlo delante de alguien.

2 comentarios

celutxo -

son curiosas las situaciones en las que nos avergonzamos.
este finde alguien dijo que le daba vergüenza que le vieran comer.

bobby peru -

¿cómo puede alguien afeitarse con esa banda sonora?
yo me arrancaría la cara a jirones